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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades


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Bolívar y su Guerra a Muerte

En estos documentos, publicados por La Gazeta de Caracas el 2 de mayo de 1815, se recogen disposiciones del gobierno de Simón Bolívar en que se ordena la decapitación de cientos de prisioneros españoles, enfermos incluidos.

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Manuel Hernández González, catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, escribió lo siguiente en La guerra a muerte. Bolívar y la campaña admirable (1813-1814) (Ediciones Idea, 2014): “mucho antes de las ejecuciones masivas de febrero de 1814 en La Guaira y Caracas, los valles de Aragua dejaron una prolija relación de españoles y canarios ejecutados en acto público ante los ojos estupefactos de sus parientes y amigos. El mismo 14 de agosto de 1813, en comunicación al presidente del Congreso de Nueva Granada, el Libertador especificó que «después de la batalla campal del Tinaquillo, marché sin detenerme por las ciudades y pueblos del Tocuyito, Valencia, Guayos, Guácara, San Joaquín, Maracay, Turmero, San Mateo y La Victoria, donde todos los europeos y canarios más criminales han sido pasados por las armas»”.

Citando los escritos del propio dirigente venezolano, Hernández señala que, en Puerto Cabello, Bolívar utilizó a los prisioneros españoles como rehenes para exigir la rendición, amenazando con asesinarlos: “el único medio de salvar a los innumerables prisioneros españoles e isleños que están en mi poder […] a la menor dilación serán exterminados todos“.

Hernández también documenta que, en la localidad de La Victoria, los canarios Mateo de Torres y Francisco Díaz fueron mutilados y degollados salvajemente; y que, en Los Valles de Aragua, “donde la presencia de españoles y muy especialmente de canarios era bien notable, y donde sus redes de paisanaje y parentesco estaban muy extendidas, las ejecuciones fueron muy comunes desde los primeros días de agosto de 1813“. En Carúpano la persecución contra los españoles fue “particularmente despiadada”, y allí “fueron «arcabuceadas» hasta las mujeres“.


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Un general cobarde y autoritario: así definía el padre del comunismo al español Simón Bolívar

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Cerramos esta trilogía dedicada a Simón Bolívar con el testimonio brutal de Karl Marx, que emitió durísimos juicios sobre el Libertador. Y aprovechamos para recomendar anteriores entradas del blog que contemplan diversos puntos de vista acerca de esta figura histórica cuya conversión en ‘héroe’ y la consiguiente mitificación impidieron analizar y comprender su realidad humana:

Un libro denuncia el genocidio silenciado que Simón Bolívar aplicó a los españoles en América

Españoles expulsados de América: la otra cara de los procesos independentistas del siglo XIX

Luis Castro Leiva y Simón Bolívar

Desmitificando a Bolívar

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Lejos del relato clásico de la lucha de los americanos por conseguir su independencia respecto a los españoles, las sucesivas guerras de emancipación que se vivieron en los territorios del Imperio español fueron, en esencia, una guerra civil entre españoles, esto es, españoles de América contra españoles de Europa. Simón Bolívar, un criollo de ascendencia española y dueño de grandes plantaciones, era tan español como el que más. Un buen representante del caudillismo y la intromisión de elementos militares en la política tan característicos de la historia ibérica en el siglo XIX.

Fiel a su sueño de crear a toda costa unos EE.UU. en el sur de América, Bolívar no dudó en imponer su idea del nuevo país a territorios en los que, como en Perú, se veía con recelo sus intromisiones. Su visión democrática estaba deformado de origen por la idea de que él y los militares que habían participado en las guerras de independencia debían gozar de una posición especial de forma vitalicia. En sus últimos años de vida, el «libertador» empezó a acaparar poder y actuar de forma despótica, incluyendo dos años de dictadura pretoriana. La amenaza del ejército peruano de La Mar, la insubordinación del general de su mayor confianza, José María Córdoba, y un intento de asesinato el 25 de septiembre de 1828 señalaron la puerta de salida al caudillo. Bolívar, gravemente enfermo y en proceso depresivo, presentó su dimisión en 1830 ante el Congreso colombiano y vivió sus últimos días torturado por las noticias que llegaban de más y más fragmentaciones de las repúblicas americanas.

A su muerte, la figura de Bolívar fue víctima de un proceso de mitificación en términos inverosímiles, que dura hasta la actualidad. Sin embargo, no han faltado desde entonces pensadores, incluso de un espectro ideológico progresista, que comprendieron lo limitada que era la idea que el libertador tenía de la democracia. El prusiano Karl Marx, considerado junto a Engels el padre del comunismo práctico, no dudó en criticar con dureza a Bolívar en un texto titulado «Bolívar y Ponte», escrito en 1858, donde le presenta como un pésimo militar con tendencia a acaparar poder.

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Enrique Gallud Gardiel. Simón Bolívar en México

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Se incluye esta entrada en el blog para tratar de despejar -en la medida de lo posible- la ignorancia de un aprendiz de brujo que niega que Bolívar tuviera la menor relación con México. Tal vez no recuerda el autoproclamado sabio que el Congreso Constituyente mexicano de 1824 nombró a Bolívar ciudadano mexicano: https://www.files.ethz.ch/isn/125452/8007_simonBolivarCiudadano.pdf

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El año de Bolívar ha sido el momento idóneamente elegido por la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno mexicano para reimprimir este curioso número del Archivo Diplomático Mexicano, publicado originariamente en el año 1946. ¿Tiene este trabajo hoy en día actualidad y validez? Indudablemente, ya que, en honor del Libertador y para su mejor estudio, los gobiernos y las asociaciones culturales de toda índole, de América y otros lugares del mundo se dedican a reunir, editar y compilar toda la información posible relacionada con esta figura, que, a pesar de los años transcurridos, sigue apareciéndosenos como monumental. A todo este cúmulo de material docto y divulgativo, el libro Bolívar en México añade particularidades interesantes. Su carácter concreto y racionalmente específico le pone fuera del alcance de la mayoría del público, pero lo convierte, por esta misma razón, en un tesoro inapreciable para el estudioso Bolivariano, ya que, junto con cartas de Bolívar ya conocidas, encontramos despachos y comunicados inéditos para el lector, de las cancillerías de México, correspondencia con el Libertador sobre asuntos políticos y los comentarios y opiniones de los diplomáticos del momento sobre la figura de Bolívar.

Rafael Heliodoro Valle, el compilador y anotador de los documentos, intenta, en el prólogo al libro, mostrar la relación de Bolívar con México, la importancia que allí se dio a la labor del militar y la impresión que el país causó en el hombre. El primer documento que encontramos es la carta que en 1799 escribiera el joven Bolívar, desde Veracruz, a su tío, don Pedro Palacios, contándole sus impresiones de su primer viaje a este país. Desde 1823 a 1831 las informaciones y noticias sobre las hazañas de Bolívar en el continente fueron frecuentes en la prensa mexicana. Un diario, El Sol, publicó infinidad de artículos sobre Bolívar, siguiendo sus campañas paso a paso y mostrando un interés siempre creciente por aquel creador de naciones. Incluso al fin de la vida de Simón Bolívar, este diario fue el primero en publicar la infausta noticia. Junto con ésta, incluyó una “Canción fúnebre por la ausencia eterna del Libertador de tres repúblicas”, en donde se incluían los versos siguientes:

Ya Bolívar no existe en la tierra;
él habita en la sacra mansión,
él nos deja de luto cubiertos
y anegados en llanto y dolor.

Estos versos muestran palpablemente los sentimientos que la muerte del caudillo despertó en el pueblo mexicano. En el país, la reverencia por esta figura fue grande e incluso uno de los barcos mexicanos llevaba su nombre.

Sin embargo, y lo que es curioso, el diplomático cuyos informes abundan más en esta recopilación no fue bien acogido por el gobierno colombiano, que en julio del año 1829 solicitó su retiro. José Anastasio Torrens fue el primer diplomático mexicano en Colombia, con categoría de Encargado de negocios, y fracasó diplomáticamente quizá debido a sus conexiones con el general Santander, vicepresidente de la República. Se ve la objetividad del trabajo que, lejos de afectar partidismos o preferencias, pone ante el lector los hechos y las declaraciones textuales para mejor comprensión del momento.

Cada uno de estos documentos tiene datos y opiniones de gran valor para el que estudia la figura de Bolívar, por lo que el libro, reiterarnos, merece un puesto en una bibliografía sobre el Libertador. El trabajo se halla adecuadamente comentado y contiene un índice de nombres con interesantes referencias sobre los autores de estos comunicados o sobre las personas aludidas en ellos.

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César Cervera. Lo que pensaba Simón Bolívar sobre los indígenas: «Más ignorantes que la raza vil de los españoles»

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El relato sobre la independencia de los territorios españoles en América se fundamentó en que todo se hacía para devolver sus tierras a los herederos de las civilizaciones precolombinas. Los criollos, españoles nacidos en América, se presentaron así como las voces y guardianes de los indígenas frente al malvado Imperio español, a pesar de que el tiempo demostró lo que Napoleón resumía en su frase «la mayor parte de aquellos que no quieren ser oprimidos, quieren ser opresores». La independencia empeoró, en la mayoría de casos, las condiciones de vida dela población indígena.

Su origen español no fue estorbo para que los líderes criollos ensalzaran a los indígenas como los fundadores de la nacionalidad que debía vertebrar el nuevo mapa de América. Esta actitud conllevó una selección de pasajes de la Historia, de modo que se desdibujó el papel de los criollos como explotadores de los indígenas. No en vano, el primer obstáculo para este desdoblamiento de personalidad fue la actitud clasista de los criollos que, dentro de la estructura social americana, ocupaban un puesto más elevado que el de los indígenas. En consecuencia, muchos libertadores se desataban de elogios a los indios en público para lograr su apoyo, mientras los despreciaban en privado y tomaban medidas para no compartir con ellos el poder.

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Un libro denuncia el genocidio silenciado que Simón Bolívar aplicó a los españoles en América

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Pablo Victoria, en El terror bolivariano (La Esfera de los Libros, 2019), presenta a un libertador muy alejado del mito.

Valga esta simple anécdota, a título de ejemplo. A principios de 1814, tropas del bando de los llamados libertadores se afanaron en ejecutar a españoles cautivos en las mazmorras de Caracas. Dado que la pólvora era escasa y cara, también se emplearon sables y picas para asesinarlos, sin importar que estuvieran heridos e inmóviles. Este tipo de matanza desplegada en las Guerras de Emancipación no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia establecida para la eliminación total de «la malvada raza de los españoles».

Tras una investigación de doce años, Victoria pretende en su nueva obra, dividida en dos volúmenes, romper con el discurso -hegemónico en ambos lados del océano- que divide la Guerra de Emancipación entre patriotas y traidores, amantes de la libertad y opresores, americanos y españoles. Porque el Rey de España no era un invasor o un extranjero que se había implantado allí de la noche a la mañana, sino el señor natural, frente al que algunos españoles americanos se rebelaron y otros, en cambio, se mantuvieron leales. Lo que viene a ser una guerra civil repleta de odios, cuentas pendientes y villanos como Bolívar.

«Es un personaje histórico que no ha tenido biógrafos sino aduladores que le representan como alguien magnánimo, despegado de pasiones, inteligente y culto. Ciertamente era ilustrado, y por eso hay que señalarle y juzgarle con más rigor por ser capaz, aun así, de cometer tantos asesinatos y de una crueldad tremenda», apunta.

Acceso a la reseña extensa del libro


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Desmitificando a Bolívar

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En este artículo, Ibsen Martínez pone en solfa la mitología bolivariana. Aunque su voz discrepe de los acostumbrados discursos oficiales, su condición de intelectual venezolano le confiere el pleno derecho a hacerse oír: también desde este blog, que proporciona un espacio para el libre debate y la expresión de las personales opiniones. Martínez, periodista de profesión, ha escrito dos novelas que han conocido notable éxito: El mono aullador de los manglares (Caracas, Mondadori, 2000) y El señor Marx no está en casa  (Bogotá, Norma, Colección La otra orilla, 2009).

En lo personal agregaré, en refrendo de la decisión de brindar acogida a este texto en el blog de la RIIN, que un poquito de ironía fina nos viene bien a todos, aburridos como estamos de la imposición de héroes y superhéroes.

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Ibsen Martínez. FARC, Chávez y la teología bolivariana

La Vulgata del culto a la memoria de Bolívar —algo que comenzó poco después de su muerte en 1830— brinda imágenes semejantes a una Historia Sagrada narrada en clave de cómic. El cómic de un superhéroe predestinado, se entiende.

Bolívar amamantado por una nodriza esclava a quien el Héroe nunca desamparó porque no era racista; Bolívar, señorito, juega a la pelota con el futuro Fernando VII en un frontón del Madrid de Carlos IV y le tumba el gorro de un pelotazo; Bolívar jacobino, rijoso y ligón en París, aborrece a Bonaparte cuando éste se corona Emperador. Y así, hasta llegar al capítulo titulado Última proclama y muerte, acaecida no sin antes exclamar, decepcionado, que “Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los tres grandes majaderos de este mundo” y aquello de “he arado en el mar”.

Nadie en Hispanoamérica ha denunciado el culto a Bolívar tan lúcidamente como el venezolano Luis Castro Leiva. Lo delató no sólo como martingala autoritaria y militarista, sino también como el misticismo moral que ha envenenado durante casi dos siglos nuestra idea de la república, de la política y del ciudadano. Según Castro Leiva, el bolivarianismo es un historicismo de la peor especie que entraña una moral inhumana e impracticable y, por ello mismo, tremendamente corruptora de la vida republicana. En su libro De la Patria Boba a la Teología Bolivariana, Castro Leiva mostró cómo la biografía ejemplar de Simón Bolívar ha sido la única filosofía política que los venezolanos hemos sido capaces de discurrir en toda nuestra vida independiente. Esa “filosofía” no es, según él, más que una perversa “escatología ambigua” que sólo ha servido para alentar el uso político del pasado. “Escatología” está aquí no en relación con lo excrementicio sino en la primera acepción que ofrece el DRAE: “Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba”.

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